Pues bien, compartiendo mi experiencia con vosotros, me gustaría destacar varios puntos que me llamaron especialmente la atención de este gran acontecimiento, teniendo en cuenta que fue la primera vez que asistí a una JMJ:
Por un lado, conocer a cristianos de las diferentes partes del planeta me ha hecho ver cómo la universalidad de la Iglesia va más allá de cualquier raza, lengua o nacionalidad. Que todos compartimos una misma fe que nos alienta a seguir a Cristo y a reunirnos en su nombre.
Por otro lado, pude ver cómo en la juventud todavía está latente la presencia de nuestro Señor. Que la fe no sólo es “cosa de ancianos” (cómo últimamente la sociedad occidental viene transmitiendo), sino también de jóvenes.
También, que a pesar de las dudas, todavía hay jóvenes dispuestos a seguir el camino que Cristo les propone, a descubrir su vocación y a seguirla junto a Él.
Y finalmente, en la última “gran reunión” en Cuatro Vientos, pude ver que no estamos solos, que podemos apoyarnos unos en otros afianzando nuestra fe, sin miedos, y pudiéndola manifestar públicamente aunque la corriente vaya en nuestra contra. Tal y como expresó S.S. Benedicto XVI en su homilía en la Misa de Cuatro Vientos: «Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros» amando a la Iglesia, porque «quien cede a la tentación de ir “por su cuenta” o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él».
Para finalizar quiero manifestar mi satisfacción por estas jornadas mundiales de la juventud, y animar a los jóvenes a ser defensores de la fe que profesamos, porque no estamos solos. Y espero que el espíritu de esta JMJ se expanda alrededor del mundo y dé frutos abundantes
Por Armen Hovhannisyan
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